Normas de Protocolo y Ceremonial. I.
El trato oficial con los miembros del gobierno ante el cual se está acreditado, así como con los representantes de otras naciones debe ser cordial, franco y respetuoso.
Normas de Protocolo y Ceremonial.
El trato oficial con los miembros del gobierno ante el cual se está acreditado, así como con los representantes de otras naciones, como ya se ha dicho antes, debe ser cordial, franco y respetuoso. Ahora bien, dichas relaciones, tratamientos y consideraciones, siendo generalmente aceptadas, se encuentran debidamente reglamentadas en la actualidad.
Como un breve antecedente de dichos usos y costumbres internacionales, se puede decir que desde la antigüedad, las ceremonias de acreditamiento de los embajadores y cónsules, estaban revestidos de gran solemnidad. La firma de los acuerdos, convenios y tratados con valor jurídico, eran actos con carácter sacramental o ritual. Dicha forma de proceder tenía el propósito fundamental de dar a la firma de tales documentos, el sentido de obligatoriedad y futura observancia.
En la época del absolutismo, los monarcas se comprometían a respetar de buena fe los acuerdos firmados; en esta etapa el honor de los nobles se impone sobre cualquier interés pasajero. Por su parte, los embajadores o enviados ante otra corte, eran representantes personales del rey, por lo cual se les debía dispensar un trato similar al que se le otorgaría a su soberano. En consecuencia, todo homenaje u ofensa que se le hiciera, se consideraba como una distinción o falta en su caso, al monarca que enviaba a su representante.
Como era de esperarse, cada rey exigía para sí las mayores consideraciones, un trato especial, de acuerdo a su poderío militar o económico; no se aceptaba la igualdad jurídica, ni la igualdad soberana de los Estados. Dichas diferencias complicaban los actos oficiales a los que acudían representantes diplomáticos de países con diferentes niveles de riqueza o poder. Al no estar reglamentadas las precedencias, se llegaron a suscitar enfrentamientos contraproducentes para el mantenimiento de las buenas relaciones entre las naciones. Por fortuna -tal como ya se explicó en el capitulo respectivo-, el asunto de las precedencias se solucionó satisfactoriamente, tras las negociaciones efectuadas durante el Congreso de Viena de 1815.
En resumen, cabe agregar que, la aplicación de las reglas de ceremonial en tiempos pasados, eran un tanto exageradas; lo cual ha provocado que muchas personas lleguen a calificar dicha práctica, como un ritualismo absurdo y fuera de época. De todas formas, las normas de cortesía (commitas gentium) tienen su razón de ser, para alcanzar un ambiente propicio al diálogo y a la negociación.
Para el propósito del presente capítulo, es dable diferenciar lo que se entiende por "ceremonial" y lo que encierra el "protocolo"; aunque ambos términos son interdependientes, a cada uno corresponden cosas distintas:
" El Ceremonial que es el aspecto funcional, crea el escenario y la atmósfera para una buena relación pacífica. El Protocolo es el aspecto normativo, codifica en cada país los reglamentos, las ordenanzas que gobiernan el ceremonial y tienen por objeto reconocer a cada uno de los participantes en presencia, las prerrogativas, privilegios e inmunidades a los cuales tiene derecho. Juntos el ceremonial y el protocolo imponen la cortesía que debe presidir las relaciones que se presume existen entre personas dotadas de buena fe ". (Ernesto Castillo Pimentel, Ceremonial Público, Ed. Escuela de Diplomacia, Universidad de Panamá, Panamá, 1951, pág. 23).
Conforme a lo anteriormente escrito, el ceremonial puede dar brillo o realce al recibimiento de algún personaje al acto de la firma de un documento de tipo jurídico. Por otra parte, se debe señalar que puede ser empleado para mostrar cordialidad o frialdad, solemnidad o sencillez, en alguna ceremonia.
Por su parte, el protocolo interviene en el montaje de múltiples detalles del ceremonial. El protocolo expone las reglas de la precedencia entre el cuerpo diplomático y consular acreditados. Asimismo se encarga de otorgar las garantías para que las misiones diplomáticas, consulares y de organismos internacionales, puedan desempeñar sus tareas de la mejor manera.
De todas formas, en la actualidad existe cierta confusión en el empleo de dichos términos y, en muchos países se emplean indistintamente como sinónimos -tal como sucede con las expresiones diplomacia y política exterior-. Por tal motivo, el empleo de la palabra protocolo no se ha unificado y dependiendo del país, la oficina encargada de tales menesteres, recibe el nombre de "Oficina de Protocolo", "Dirección General del Protocolo", "Dirección de Ceremonial del Estado y Protocolo", "Dirección de Ceremonial", "Protocolo Diplomático", etc.
Para mayor abundamiento del asunto que nos ocupa, viene al caso mencionar que la historia ha recogido el hecho de que las primeras reglas escritas del ceremonial, se compilaron en un protocolo, es decir: " Se seguía el ceremonial con arreglo al protocolo ".
Las normas de protocolo deben ser de observancia estricta y su interpretación ajustada y respetada con exactitud; la falta de acatamiento de dichas reglas, puede provocar malestares innecesarios, pues se trata de principios previamente acordados y, "su aplicación en gran medida, está basada en el principio de la reciprocidad".
Con toda seguridad habrá personas que desdeñen la práctica del ceremonial y del protocolo, por considerarlos obsoletos o impracticables en la vida moderna-, pero si se recuerda que la no observancia de dichas cortesías, ha creado fricciones entre naciones; solamente la garantía de hacer sentir a los huéspedes que ostentan una alta investidura, la cordialidad y el afecto del país que los recibe, justifica su existencia. Sobre el mismo asunto -de la utilidad del protocolo-, el internacionalista brasileño, Ferreíra de Mello expresó:
" Si el protocolo no es cuestión de vida o muerte, al menos hay que reconocerle una gran utilidad práctica. El protocolo es en realidad un elemento de orden, creado para evitar problemas y resolver las divergencias que surgen constantemente del encuentro de las vanidades humanas ".
Como una preafirmación de lo expuesto, se puede agregar el siguiente pensamiento:
" El protocolo no conoce ni pueblos victoriosos, ni pueblos vencidos, otorga a todas las naciones consideraciones recíprocas, sin tener en cuenta el tamaño de sus fuerzas armadas. El protocolo aporta de este modo, respeto y dignidad a la independencia de las naciones débiles, lo cual no es poca cosa ".
En el caso de México, de acuerdo con el Reglamento Interno de la Secretaría de Relaciones Exteriores, la Dirección General del Protocolo, es la encargada de servir de enlace entre el Cuerpo Diplomático acreditado en este país y las demás dependencias y entidades de la Administración Pública Federal y con todas las autoridades de los Estados de la Federación. Del mismo modo, es el enlace entre la Secretaría de Relaciones Exteriores y el Cuerpo Consular extranjero.
Entre otras responsabilidades, dicha Dirección debe organizar y atender los actos a que asista el Cuerpo Diplomático o dignatarios extranjeros. Coordinar las ceremonias de presentación de cartas credenciales al Presidente de la República; preparar las visitas oficiales del Presidente y del Secretario, a otros países; atender lo necesario para recibir a Jefes de Estado o de Gobierno, Jefes de Misión, Ministros y otros altos signatarios extranjeros; vigilar la observancia de las inmunidades y privilegios a que tienen derecho los representantes diplomáticos, consulares y de organismos internacionales.
Las funciones mencionadas y otras más, tienen el propósito de contribuir a que las relaciones de México, con los países que mantienen representantes ante el Gobierno de este país, mantengan el nivel deseado y que dichos agentes extranjeros gocen del ambiente favorable que les permita desarrollar adecuadamente la misión encomendada por su propio gobierno.
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