Carta de un amante a una joven
Fragmento de una carta de un amante a una mujer joven de la que se he enamorado perdidamente y a la que pide el matrimonio
Carta de amor: amor a primera vista en casa de una marquesa
Aquella urbanidad
Señora:
No me condene Vd. de atrevido, si habiéndola visto por casualidad, apenas dos veces, en casa de la marquesa de N.N. me tomo la licencia de decir a Vd. que la amo sinceramente. El amor no es delito; yo puedo amar a Vd. sin ofenderla, y sin fin particular alguno; ni Vd. puede impedir la libertad de mi corazón, ni resentirse de ser amada, pudiendo serlo igualmente de mil amantes, sin que por esto el honor y virtud de Vd. padezcan la más mínima sombra de agravio.
Si mi amor debiese ser seguido de algún deseo, pudiera causar a Vd. desagrado esta declaración mía; pero tengo tal dominio sobre mi espíritu, que no le permitiré exceda los límites de lo honesto; ni conciba pensamientos que no sean muy legítimos.
Pues ya que he dicho a Vd. que la amo, permítame también pueda decir, deseo merecerla por mi perpetua compañera con el sagrado vínculo del matrimonio.
Y porque estoy persuadido que siendo la libertad de la elección un don que el cielo nos ha concedido, y que sería conocido agravio proceder contra ella, tratando, según la costumbre del presente tiempo, solo con los parientes el casamiento de la que se pretende, que suelen disponer de la pretendida, como si se tratase de vender un caballo u otra cosa semejante, o valiéndome de terceras personas; he tenido por más acertado escribir a Vd. en derechura, para inquirir, si en mí hay alguna circunstancia que tenga la buena suerte de agradarle, y si Vd. cree que yo pueda ser aquel marido que Dios le ha destinado.
Ruego a Vd. encarecidamente no me censure de indiscreto, en la pretensión de solicitar desde luego enteramente su voluntad; porque jamás he podido adoptar la locura de estar enamorado años enteros, manteniendo una recíproca esperanza, escribiéndose billetes colmados de amorosas protestas, ternezas, delirios, llamas, saetas, heridas, y de otras muchas necedades, que expresamente se me figuran aquellas extravagancias que hacen los gatos. en su tiempo.
Para mí ha sido bastante haber visto a Vd.; oído su conversación y escuchado de algunos amigos el prudente gobierno con que se maneja en las cosas domésticas; infórmese Vd. también de mi conducta, si ya no lo está, y de este modo podrá con conocimiento decidir, si la unión que propongo puede ser admisible.
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