Buenas maneras, en el día a día
Nuestros hijos son nuestro mayor tesoro. Hay que educarlos dando un buen ejemplo
Buenas maneras, en el día a día
Llevo a mi hija pequeña al colegio todas las mañanas. Es un cole céntrico, en medio de calles no muy anchas. A esa hora nos juntamos todos los que utilizamos el coche para llevar a los niños -mala costumbre, sí, lo reconozco- más el tráfico ordinario de la zona, que no es poco. Les puedo asegurar que, casi de ordinario, los líos son monumentales: largas filas de coches esperando para descargar la "mercancía", padres e hijos cruzando apresuradamente los pasos de peatones, esquinas ocupadas por aparcamientos "de un minuto" y todos nerviosos por no llegar tarde a nuestras respectivas responsabilidades.
Añádale que, como no podría ser de otra manera, la gran afluencia se produce en cinco minutos, esos cinco minutos en los que, de repente, nos juntamos mucha gente en muy pocos metros cuadrados, con prisas y con niños pequeños. Visto así, parecería un caldo de cultivo propicio para que surgieran problemas importantes, para que se montara algún buen pollo un día sí y otro también. Y sin embargo, hasta el día de hoy, debo decir que nunca he presenciado algún conflicto reseñable.
Todo se desarrolla con naturalidad, con cierto orden y -casi me atrevería a decir-, con buenas maneras. Es innegable que en los últimos tiempos, hemos sufrido una notable pérdida de valores y principios, que nos cuesta mucho decir gracias y por favor, que se lleva cuestionarlo todo, aunque sea con malos modos.
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No sé qué pensará usted, pero yo sigo creyendo en el valor de la buena educación, la que impone el sentido común, la que significa defender tus intereses sin necesidad de demostrarse agresivo o arrogante. Por eso, la concentración matutina en la puerta del colegio de mi hija me parece una demostración palpable de que no es necesario ser grosero ni maleducado para resolver los pequeños problemas cotidianos. Mucho menos si estamos en presencia de menores que tienen la fea costumbre de mirar con atención y aprender de los mayores.
Es posible no obstante, -en eso consiste el asunto, ¿no?, en que vivamos juntos los que pensamos de manera diferente- que otros quieran conducirse por otros caminos en los que las buenas maneras se consideren algo retrógrado o pasado de moda. En ese caso, sonría, no pierda la compostura, cuente hasta diez y piense que nuestros hijos son nuestro mayor tesoro.
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