El Protocolo y sus cambios a lo largo del tiempo
En la China, antiguamente, cuando un mandarín era recibido en audiencia por el emperador o un virrey, debía echarse de bruces a sus pies
Los vaivenes del protocolo: el protocolo y las precedencias, curiosidades
En la China, antiguamente, cuando un mandarín era recibido en audiencia por el emperador o un virrey, debía echarse de bruces a sus pies. Un magistrado, de igual rango, le devolvía la cortesía tirado también de panza al suelo en nombre del emperador que permanecía tranquilamente sentado.
Entre nosotros, el presidente Marcelo T. de Alvear decretó en 1926 que él va primero en el orden de precedencias; le sigue el vicepresidente y tercero el cardenal primado. Un gobernador de provincia va allá por el lugar 15°; (en estos ejemplos salteados usamos cardinales en lugar de ordinales por razones de espacio). Los generales y almirantes en el lugar 21°. Un rector de universidad nacional, el 26°. Generales de brigada y coroneles, 31°. Presidente de Y.P.F. -Yacimientos Petrolíferos Fiscales- por abajo, en el 55°; y los decanos de facultades, 57°. En marzo de 1971, la Junta de Comandantes pasó al 2°, después del presidente. El presidente de la Corte Suprema de Justicia desplazó al arzobispo al 4°.
Con María Estela Martínez de Perón, los presidentes y vices volvieron a sus lugares. La novedad fueron los ex presidentes en el lugar 6°. Los rectores de universidades nacionales retrocedieron al 41°, abajo de los generales de brigada (sobreentendido en adelante también contralmirantes y brigadieres).
El protocolo más 'arcaico'
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A algunos, el protocolo se les sube a la cabeza y lo toman a pecho. En la Baja Edad Media, después del desayuno, un alto jefe tártaro ponía cuatro funcionarios en medio del campo a gritar hacia los cuatro puntos cardinales, a todos los reyes y emperadores del mundo, que ya podían empezar a desayunar porque él había terminado. (Se ve que, para anunciar la orden, no tenía a su disposición la B.B.C. -British Broadcasting Corporation- ni la C.N.N. -Cable News Network-; ni tenía noción de las diferencias o husos horarios).
En 1976 se pasaron: Videla pasó (perdón por la redundancia) a segundo lugar. En el primero, figuraban los tres integrantes de la Junta Militar. Los ex presidentes subieron al 4°; obispos, 25°. Los generales de brigada avanzaron 13 puntos: se fueron para arriba, como en Paraguay, que están en el lugar 12°.
En el Perú, los rectores de universidades nacionales están 10 lugares más arriba que el General de Brigada; y todavía un punto más que aquéllos tiene el Rector de la de San Marcos. En el Uruguay, el rector de la Universidad de la República está tres lugares más abajo que los generales de ejército o que los contralmirantes.
A otros es la jerarquía la que se le sube a la cabeza. Nicolás I, tiránico zar de Rusia de 1825 a 1855, suprimió de un artículo literario la expresión "la majestad de la naturaleza". Entendía que el título de "majestad" sólo le pertenecía a él.
El presidente Alfonsín suprime el título de Excelencia (a partir del 10 de diciembre de 1983) para las autoridades nacionales, provinciales y municipales dentro del territorio de la República. Adopta el decreto de Estela Martínez y deroga el 344 de la Junta Militar. El general de brigada desciende un lugar y debajo de él están los rectores de universidades; decanos, 46°; coroneles, 51°.
Con Menem, los gobernadores de provincia, con un salto magistral, pasan del 18° al 7° lugar, al lado de los ministros, con el Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires y otros.
El protocolo resulta un quebradero de cabeza y no hay un cerebro que lo abarque. Este orden de precedencias citado (para ceremonias, recepciones y actos públicos) se modifica, por ejemplo, si el evento se realiza en una provincia donde su gobernador pasa a primer lugar con otros. No hablemos de la mezcla de embajadores, reyes. sultanes extranjeros con funcionarios nacionales. En la nobleza de Europa, de abajo para arriba, se ha dado esta disposición: barón, conde, marqués, duque, príncipe, rey y emperador; pero varía según el país.
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A ello hay que agregarle la etiqueta en cenas y celebraciones de distinto tipo. Si en un banquete se coloca, además de seis u ocho cubiertos, un bol (del inglés bowl), es para lavar los dedos y no para tomárselo. El emperador Moctezuma se los puso con pétalos a Hernán Cortés. Los que venían a civilizar, cuenta María Berisso citando a un cronista, se bebieron el contenido del recipiente, porque no sabían para qué era. Suele utilizarse cuando algo se come con las manos, como mariscos o cierta fruta.
Salta la objeción de que fruta al postre se sirve en una comida rasca. Pero si se tratara de un banquete que cierra una convención frutícola internacional, con ministros y embajadores, donde interesa resaltar la manzana argentina, el durazno español o la piña mejicana, ¿qué hacemos con el carozo que de golpe se nos aparece en la boca? El príncipe gitano, jugando de local, no tiene problemas, porque ellos comen con las manos. Pero nosotros, sin escupir, usaremos (con cara de "yo no fui") la mano semicerrada o la cuchara para llevarla de la boca al plato.
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