Las comidas y la vida social. Segunda parte.
Es bien entendido que la dueña de la casa pondrá todo el cuidado posible en romper el hielo entre los invitados, presentando a todos los que no se conozcan.
Las comidas. Poner la mesa.
Los manteles son finísimos y bordados, y las servilletas se pliegan todas de la misma manera, en formas de fantasía, pero de modo que dejen ver la cifra. Sobre la servilleta se coloca una tarjeta, en la cual estará escrito el nombre de cada convidado para indicar su sitio y el menú con la lista de los platos y vinos que han de servirse, a fin de que cada uno pueda conservar su apetito para el que más le agrade.
Es de gran lujo que las tarjetas estén adornadas de dibujitos, unos a pluma y otros a la acuarela; pero si son de mal gusto es preferible que la tarjeta no tenga decoración alguna.
Lo más corriente y vulgar es una gran mesa para todos los invitados; lo más moderno colocar en el comedor mesitas para cuatro personas y adornar cada una de estas mesitas de una flor diferente; crisantemos, violetas, rosas, lirios, nardos, jazmines, claveles, miosotis, etc., y si es posible de un solo color.
La dueña de la casa estaba obligada otras veces a vestir con cierta sencillez, para no eclipsar a los convidados con un atavío demasiado lujoso; los tiempos han cambiado, y las apreciaciones, diferentes, tienen razón de ser. Una dueña de casa ricamente prendida parece decir a sus invitados: "Todo esto no es demasiado para vosotros". A lo menos así puede interpretarse. Las invitadas deben vestir bellas toilettes. Para los hombres, levita o frac, y corbata blanca son de rigor.
Los invitados llegan algunos minutos antes de la hora señalada y se desembarazan de los abrigos, sombrero, etc., en la antecámara, entrando en el salón con los guantes, que no se quitarán hasta estar sentados delante de la mesa.
Algunos momentos antes de pasar al comedor, un criado entrega a cada caballero un sobre conteniendo una tarjeta con estas frases:
"Se ruega al señor ..... ofrezca su brazo a la señora ..... "
"Las sillas para las señoras se separan por los criados, y a falta de ellos por sus caballeros"
Es bien entendido que la dueña de la casa pondrá todo el cuidado posible en romper el hielo entre los invitados, presentando a todos los que no se conozcan.
Un criado anuncia que la comida espera: "La señora está servida", y cada caballero ofrece su brazo a la dama que le corresponde acompañar. El dueño de la casa pasa primero conduciendo a su pareja, les siguen los invitados con las suyas, y la dueña de la casa es la última, para cerciorarse de que todas las damas van acompañadas. Si hay que pasar alguna puerta algo estrecha, el caballero va delante y conduce a la señora después.
Si los comensales son solo hombres, amigos del marido, la dueña de la casa pasa la primera del brazo del más significado, y en ese caso no es él quien se lo ofrece, sino ella la que lo conduce.
Las sillas para las señoras se separan por los criados, y a falta de ellos por sus caballeros.
Los criados han de estar vestidos de frac, corbata blanca y guantes de hilo blancos los hombres, y de negro, con delantal y gorrita blancos, las mujeres. De la habilidad y presteza de los criados depende el éxito de la comida.
El sirviente debe llevar un calzado ligero, a fin de no hacer ruido al andar. Siempre irán provistos de una servilleta para limpiar los platos. Se guardarán bien de echar sobras de unos platos en otros, ni de amontonarlos. Antes de llevarse los platos se recogen los cuchillos y tenedores en unos canastillos guarnecidos de una servilleta limpia. Jamás deben dar una cucharilla o un cuchillo al invitado mano a mano, sino sobre un plato o bandeja.
- Las comidas y la vida social. Primera parte.
- Las comidas y la vida social. Segunda parte.
- Las comidas y la vida social. Tercera parte.
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